Al caer la noche vamos a seguir viendo a Júpiter como durante el verano, pero sólo al principio de la estación; de ahí en más será Saturno el único planeta que podremos distinguir en el cielo tras ponerse el sol, y aun dificultosamente cuando llegue el mes de diciembre. En el crepúsculo matutino reinará el rojo Marte, con un orto cada vez más temprano, y un brillantísimo Venus (Júpiter se les sumará con su fulgor en noviembre). Marte y Venus se hallarán en una conjunción extraordinaria durante toda la primera semana de octubre, y Venus y Júpiter se encontrarán a menos de tres décimas de grado el día 13 de noviembre. No se producirá ningún eclipse durante esta estación.
Quien escribe estas líneas percibe hoy de una manera especialmente nítida la concordancia de todo lo que le acontece y sucede a su alrededor con las pautas y ritmos que se describen en el cielo. Aquí y en lo alto, la oscuridad gana terreno a marchas forzadas; pero al mismo tiempo, la belleza se revela de una manera esplendorosa ante quien la contempla maravillado desde un punto que, justamente hoy, es vértice de un ángulo recto, el que forman el eje polar y la línea que une los centros del sol y la tierra. Alguien que en este equinoccio vibra calladamente con la vivencia de lo que lo libera.
El sol del equinoccio en el templo de Neptuno (Paestum, Italia)
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