En el hemisferio norte, Leo es una de las constelaciones zodiacales más evidentes en las noches de primavera. Eratóstenes se hace eco de la tradición según la cual Leo testimonia el primer trabajo de Hércules-Heracles. Euristeo, rey de Micenas y Tirinto a quien Heracles sirve por designio del oráculo de Delfos, le pide la piel del león de Nemea, un animal feroz e invulnerable. El héroe viaja a la comarca en que habita el león y tras dar con él, intenta matarlo con su arco; pero las flechas rebotan en su dura piel. Heracles lo persigue blandiendo su maza de olivo y consigue golpear su frente. La fiera, aturdida, corre a refugiarse en una cueva con dos entradas; astutamente, Heracles tapona uno de los accesos y penetra por el otro. Acorrala al león, salta sobre él y, cogiéndolo por el cuello, lo estrangula con sus manos. Tras su victoria, ofrece un sacrificio a Zeus y transporta al león a cuestas hasta Micenas, donde consigue despellejarlo con las propias garras del felino. Heracles conserva la piel para sí y la usa en adelante como una armadura impenetrable para defenderse de sus enemigos.
Cuando el Sol recorre el signo de Leo se alcanza el punto más álgido del verano. Arato recuerda que en Grecia era una época favorable para la navegación a vela por los vientos etesios (=anuales), procedentes del norte-noroeste. En Egipto era el tiempo de la crecida del Nilo, y a este respecto Cornelius y Devereux apuntan que las compuertas de los canales que irrigaban el valle del Nilo solían estar decoradas con la cabeza de un león, sugiriendo que esta es la razón por la que resulta tan frecuente el motivo de la cabeza de león en los surtidores de la arquitectura griega y romana.
Los persas consideraban que Régulo, el brillante corazón del león, era una de las cuatro Estrellas Reales (las otras tres son Formalhaut, astro principal de la constelación del Pez Austral; Aldebarán, de Tauro; y Antares, de Escorpio). Son todas de primera magnitud y se hallan cerca de la eclíptica, formando una gran cruz. Se las tiene por guardianas de los asuntos del cielo y señaladoras de las cuatro estaciones del año solar.
La constelación de Leo. Johannes Bayer, Uranometria (s. XVII)
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