martes, 17 de marzo de 2015

La Hidra, el Cuervo y la Copa

La larguísima constelación de la Hidra ocupa más de 90º de ascensión recta (o sea, de longitud celeste) y es la más extensa de todo el firmamento. Se divisa su cabeza debajo de la constelación de Cáncer, y su cuerpo demarca una banda sensiblemente paralela a la eclíptica, a la manera de un subrayado, bajo las constelaciones zodiacales que surcan el cielo de las noches de primavera.

Dice Arato de la Hidra que, “como si estuviera viva, culebrea de cabo a rabo; su cabeza llega bajo la mitad del Cangrejo, su espiral bajo el cuerpo del León; su cola cuelga sobre el mismo Centauro. En mitad de su espiral está situada la Copa, y en el extremo la figura del Cuervo en acción de picotear la espiral.” Manilio observa que “la Hidra imita con la disposición de sus fuegos un lomo de escamas.”

Las constelaciones de la Hidra, el Cuervo y la Copa
y los asterismos que las rodean (Urania's Mirror, Londres, ca. 1825).

Eratóstenes relata en sus Catasterismos el mito que vincula a la hidra, el cuervo -pájaro del dios Apolo- y la copa. Un día, los dioses estaban celebrando un sacrificio y enviaron al ave a por agua de una fuente. El cuervo voló hasta ella y vio que al lado del manantial crecía una higuera con frutos apetecibles pero que éstos aún estaban verdes. Decidió entonces posarse en el árbol y aguardar lo necesario para que los higos madurasen. Transcurrido ese tiempo, el cuervo se comió los higos y recapacitó que no había cumplido con lo que le había sido encomendado. Resolvió por ello coger una hidra que habitaba en la fuente y presentarse ante los dioses con la serpiente y la copa -vacía- en la que debía haber transportado el agua diciendo que el animal se había bebido el líquido. Apolo, conocedor de lo verdaderamente sucedido, dispuso que el cuervo se quedase a vivir para siempre entre los hombres sufriendo una prolongada sed.

Cornelius explica que la constelación de la Hidra se asociaba en Mesopotamia a la serpiente de agua Tiamat, aniquilada por Marduk en la gran guerra de los dioses, y que la antigüedad grecolatina también la relacionaba con la Hidra de Lerna que Hércules mata en su segundo trabajo. Esta es la narración que transcribe el autor:
“Lerna, una región costera fértil y sagrada, cercana a la ciudad de Argos, había vivido bajo el terror de la monstruosa Hidra. Esta criatura, que vivía en un pantano, tenía el cuerpo de un perro y (en la versión más corriente) nueve cabezas, cada una de las cuales expelía vapores venenosos. De cada cabeza que se cortara o aplastara nacían tres cabezas nuevas. Para aniquilar a este monstruo, Heracles siguió los consejos que le dio Atenea: lo forzó a salir de su madriguera disparándole dardos de fuego y no respiró mientras duró el combate. Cortó las cabezas, pero a cada golpe de su espada nacían otras nuevas. En ese momento, un cangrejo salió del pantano y pellizcó el pie de Heracles con sus pinzas. Inmediatamente fue aplastado y se convirtió en la constelación de Cáncer.
El conductor del carro de Heracles, Yolao, acudió en su ayuda. Yolao hizo un fuego en una esquina de la cueva y, cogiendo ramas encendidas, quemó y cauterizó las heridas de la Hidra, cortando de este modo el flujo de sangre para impedir que se formaran nuevas cabezas. En ese mismo momento, Heracles encontró la inmortal cabeza de oro de Hidra entre el amasijo furioso del cuerpo de la criatura; la arrancó del cuerpo y la enterró debajo de una pesada roca. Después, la evisceró y mojó las puntas de sus flechas en la hiel del monstruo. Desde entonces, cualquier herida producida con estas flechas ha tenido consecuencias fatales.”

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