Las
estrellas -apenas perceptibles en los cielos tan contaminados lumínicamente de
las ciudades del hemisferio norte - que ocupan el interior del Triángulo de
invierno pertenecen a la constelación de Monoceros o Unicornio. Fue el
astrónomo holandés Petrus Plancius quien dio este nombre al asterismo en el
siglo XVII.
El gesto de
Monoceros es el de un animal que salta por encima de la Vía Láctea. Federico
González Frías escribe en la entrada “Unicornio” de su Diccionario de
Símbolos y Temas Misteriosos lo siguiente:
La constelación del Unicornio entre el Can Menor y
el Can Mayor, los "perros de Orión".
De: Alexander Jamieson, Celestial Atlas. Londres, 1822.
De: Alexander Jamieson, Celestial Atlas. Londres, 1822.
“El Unicornio es un caballo blanco con pezuñas
divididas y barba de cabra, con un cuerno frontal impelido hacia arriba y que
toma forma espiral, tal cual se lo puede observar en el famoso tapiz que lo
representa, depositado en la abadía de Cluny. En la iconografía cristiana
indica curiosamente a la Virgen fecundada por el rayo del espíritu, por eso se
los vincula en muchas iconografías. En todo caso siempre está relacionado con
el rayo que toca a los hombres para despertarlos, al mismo tiempo que simboliza
un arma de defensa. Posteriormente esta criatura imaginaria ha sido el
protagonista de numerosos escritos y leyendas que han dado lugar a múltiples
obras de arte relacionadas con los contenidos de la psiqué. En China fue
durante un periodo el emblema real y en Inglaterra forma parte -con el león-
del escudo del monarca británico.”
El
Fisiólogo griego de la Edad Media recoge este mito acerca del unicornio:
“Hay un animal llamado dajja, extremadamente
gentil, que los cazadores son incapaces de atrapar debido a su gran fortaleza.
Tiene un solo cuerno en medio de la frente. Pero observad la estratagema con la
que los cazadores lo atrapan. Traen a una joven doncella, pura y casta, a la
que se dirige el animal cuando la ve, lanzándose sobre ella. Entonces la joven
le ofrece sus senos, y el animal comienza a mamar de los pechos de la doncella,
y a conducirse familiarmente con ella. La muchacha, entonces, mientras sigue
sentada tranquilamente, alarga la mano y aferra el cuerno que el animal lleva
en la frente; en este momento llegan los cazadores, atrapan a la bestia y la
conducen ante el rey. Del mismo modo, Nuestro Señor Jesucristo alzó para
nosotros un cuerno de salvación en medio de Jerusalén, en la casa de Dios,
mediante la intercesión de la Madre de Dios, una doncella pura, casta, llena de
misericordia, inmaculada, inviolada.”
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