martes, 26 de agosto de 2014

Hércules

Se trata de una constelación muy extensa si bien sus estrellas son poco brillantes. En la Antigüedad también se la llamaba “El Arrodillado” por su forma. En la iconografía hermética se lo representa blandiendo una maza, portando la piel del león de Nemea y apoyando un pie sobre la cabeza del Dragón.

De Kornelius Reissig, Sozviezdiia Predstavlennia na XXX tablitsakh. San Petersburgo, 1829.

Hércules (Heracles) es hijo de Zeus y de la mortal Alcmena, hija a su vez de Perseo. Al nacer, Hera envía dos serpientes para matarlo pero éste, dotado de una fuerza prodigiosa, las estrangula. De joven es instruido en las artes de conducir carros, manejar el arco y tocar la lira. Habiendo liberado su ciudad natal, Tebas, del tirano Ergino, el rey Creonte le entrega en agradecimiento a su hija Mégara, con la cual se une y tiene hijos. Pero Hércules es enloquecido por Hera y mata a sus hijos en un rapto de locura. Cuando el héroe recupera la cordura, abandona su ciudad por consejo de la Pitia y emprende los trabajos que habrán de permitir la expiación de su crimen.

Leemos acerca de Hércules en el Programa Agartha:
“Esta figura, prototipo del héroe triunfante, es decir del hombre que a través de una serie de esfuerzos y aventuras logra ‘divinizarse’, o mejor, retornar a sus orígenes divinos (ya que es hijo de Zeus-Júpiter), es tal vez la más importante y ejemplificadora de la antigüedad greco-latina. Su simbólica incluye no sólo los doce famosos trabajos y pruebas que debe realizar a exigencias de Hera-Juno, la contraparte femenina de Zeus-Júpiter (este último, símbolo del espíritu fecundador), sino igualmente una serie de fabulosas victorias que corren parejas con sus nutridas flaquezas. Esta oposición entre las energías masculinas, celestes y espirituales, y las femeninas, terrestres y materiales, prefiguradas por la pareja olímpica Zeus-Hera (Júpiter-Juno para los romanos), marcará la vida de Heracles-Hércules, nacido humano, y el que por medio de los combates purificadores de toda su existencia es recibido en el Olimpo como el hijo preferido de su Padre celestial en razón del continuado sacrificio mediante el cual no sólo ha vencido a innumerables enemigos externos, sino que ha podido salir victorioso de los combates internos contra sus indefinidas tendencias hacia la densidad, reflejo de sus innumerables egos, antes de acceder al conocimiento y la paz, emblemas de la inmortalidad del alma y la vida eterna que finalmente logra por su espíritu combativo, sublimizado por la búsqueda constante del Espíritu y la Verdad, a través de un recorrido jalonado de errores, rectificaciones y logros. 
Narrar los trabajos, hazañas y aventuras de este héroe llevaría por lo menos un volumen. Nos limitaremos a dar a los lectores algunos de los elementos de la rica simbólica de este personaje mítico, recordando que todos sus infortunios y caídas son provocados por Hera, imagen de sus impulsos destructores y descendentes, puesto que esta divinidad le maldijo por el hecho de ser hijo de su esposo Zeus (el espíritu ascendente), el que le fue infiel al procrear a Heracles fuera de su olímpico matrimonio, razón por la que el héroe humano debe ser objeto de su venganza y su nefasta influencia. Es importante recordar que el nombre Heracles significa ‘la gloria de Hera’. Señalaremos que todos estos ‘trabajos’ o combates tienen el discurso de un poema continuado y se refieren a la purificación del espíritu gracias a la victoria sobre los oscuros impulsos ‘materiales’, es decir entre la oposición y la complementación de lo más sutil y lo más denso. 
En sus primeras acciones Heracles domina al jabalí de Erimanto, vence al toro de Creta y ahoga al león de Nemea. Todos estos animales simbolizan a las fuerzas vivas de las pasiones, a las que el héroe debe imponerse sin negarlas, ya que debe enfrentarlas como obstáculos en su camino. Igualmente sojuzga a la reina de las amazonas, o sea a su parte pasiva y oscura, uno de sus egos inestables. También mata a la hidra de Lerna, imagen de esos egos serpentinos a los que es casi imposible cortar la cabeza, labor que se le facilita por haber anteriormente limpiado de estiércol las caballerizas de Augías. Luego se impondrá sobre el gigante Geriones y sobre Anteo y Diomedes, símbolos de la bestialidad y lo antiespiritual, y puede así cazar a los emisarios celestes, los pájaros del lago de Estinfalo, lo que le permitirá obtener viva a la cierva de los pies de bronce, imagen de la ligereza, levedad y rapidez. Finalmente llega al jardín de las Hespérides, donde obtiene el fruto áureo de sus esfuerzos, lo que le facilita dominar al perro-monstruo de tres cabezas, Cerbero, guardián del Tártaro (como el dragón en otras tradiciones), último de sus obstáculos en el camino de la reintegración al Sí Mismo.”
Hércules regresa a su patria purificado de su delito de sangre, y se casa con Deyanira, hija del rey Eneo. Cuenta el mito que el centauro Neso quiso violarla y que Hércules lo atravesó con una flecha. Neso, antes de morir, entrega a Deyanira una túnica envenenada con su sangre haciéndole creer que con ella podrá reavivar el amor de su esposo si éste algún día se debilita. Transcurrido el tiempo, Hércules se apodera de la hija del rey de Éurito y Deyanira le ofrece la túnica para recuperar su estima. Hércules se la pone y al instante es atacado por el violento veneno que la impregna. Devorado por atroces dolores, el héroe ordena levantar una pira en el monte Eta y se lanza sobre ella. Zeus lo saca de las llamas y lo conduce al Olimpo, donde le concede la inmortalidad.

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