Botticelli supo representar la esencia de la primavera en
una magnífica obra simbólica que Lucrecia Herrera nos describe así (1):
"Si vemos la pintura de frente tenemos por un lado a la derecha,
a una trilogía de personajes que empieza con un alado Céfiro o Amor, de color
azulado y con las mejillas hinchadas de viento, descendiendo con tal pasión
sobre Cloris que dobla las ramas de los árboles por su ímpetu. Esta 'inocente ninfa', se ve sorprendida por él que trata de atraparla, y
huye fundiéndose en Flora, que en realidad es Cloris transformada en la belleza
por el contacto de Céfiro, y que anuncia la llegada de la primavera, vestida
con un ropaje cubierto de flores que esparce sobre la tierra. En el centro,
situada un poco más alta y más atrás que las demás figuras, la Diosa, la Venus
terrestre, imagen de la Venus celeste, que deja pasar a Flora. En actitud de
templanza y equilibrio extiende su mano derecha auspiciando otra trilogía, a la
que pareciera que Flora se dirige, y que en realidad es una manifestación
triádica de Venus, la cual nos muestra otro proceso, que acontece en su jardín
lleno de frutos de oro, a otro nivel. Nos encontramos con las Tres Gracias,
unidas en una danza circular entrelazadas por los brazos y manos. Las dos de
los lados, forman un triángulo o 'nudo' por encima de la cabeza de la
del medio, 'el justo medio' donde se concilian y unifican los
opuestos. Por encima de Venus está Eros con los ojos vendados por una cinta
(símbolo del amor ciego: la forma suprema del amor, el verdadero No-Saber, la 'docta ignorancia' de Nicolás de Cusa), pero a pesar de ello este
pequeño sabe exactamente a quién y en qué lugar dispara su flecha flamígera.
Mas allí está Venus, que 'atempera la pasión de esta danza y la mantiene
dentro de los límites de un melodioso comedimiento', mostrando ser la
imagen de una Venus superior. Al extremo izquierdo está Hermes-Mercurio,
completamente raptado y ausente de lo que pasa a su lado. Armado con casco de
guerra y grebas en sus piernas, con sandalias aladas, una espada atada a la
cintura y en la mano derecha el caduceo (atributo propio de este dios) con el
que aparta, penetra y desvela esas pequeñas nubes casi imperceptibles que se
encuentran en lo alto, le vemos como 'divino amador', con una túnica
roja con pequeñas llamas descendentes, en actitud totalmente concentrada y
contemplativa".
O sea, que la primavera es cosa de dioses. Una sinfonía orquestada por la diosa del Amor y la Belleza con dos agentes, Eros y Céfiro, quienes proyectan sus respectivas energías sobre Cloris-Flora y las Tres Gracias desencadenando el dinamismo arquetípico que la estación revela en el plano de la existencia. Una actividad que es un ciclo ritual y no una mera agitación, ya que a ella también concurre el polo inmutable al que Hermes dirige su mirada apartando con su caduceo el follaje del jardín.
* * *
La primavera boreal de 2023 dará comienzo con el equinoccio
del 20 de marzo a las 22 horas y 24 minutos de hora oficial peninsular,
según el Observatorio Astronómico Nacional. La estación durará aproximadamente
92 días y 18 horas, y terminará el 21 de junio con el solsticio de verano.
Al principio de la estación, Júpiter, Venus y Marte serán
visibles tras la puesta de Sol, si bien el primero desaparecerá pronto por el
oeste. Mercurio hará una breve aparición vespertina durante el mes de abril.
También al inicio de la primavera, Saturno será el único
planeta visible al amanecer. A primeros de mayo, Júpiter aparecerá por el este,
y durante el mes de junio también se podrá ver también, muy bajo sobre el
horizonte, a Mercurio.
Habrá dos eclipses durante la estación, uno de Sol y otro de
Luna. El primero tendrá lugar el 20 de abril y sólo será visible en el sudeste
asiático y Oceanía. En cuanto al eclipse de Luna, de tipo penumbral, ocurrirá el
5 de mayo y se verá desde África, Asia y Oceanía.
(1) Lucrecia Herrera, Algunos aspectos de Venus.
Revista SYMBOLOS nº 27-28, Barcelona, 2004.
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