Las imágenes de la superficie del Sol que proporcionan los telescopios adaptados para su observación directa lo muestran como una esfera compuesta por millones y millones de glóbulos incandescentes en los que el gas caliente asciende desde el interior de la estrella hasta su superficie y vuelve a sumergirse en su seno, trazando celdas de convección vertical que pueden llegar a tener decenas de miles de kilómetros de altura.
Bien se podría decir que nuestro sol, como todas las estrellas análogas del universo, está permanentemente a punto de estallar y centrifugarse por efecto de tales agitaciones, desencadenadas en última instancia por la combustión del hidrógeno y su transformación en átomos de helio. Es ésta una reacción de fusión nuclear que disipa una cantidad ingente de energía, toda aquella que, de conservarse en la transformación de un elemento en otro, impediría que este último fuese estable.
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Según el Observatorio Astronómico Nacional, el solsticio de verano ocurrirá, en el hemisferio norte, el martes 21 de junio a las 11 horas y 14 minutos de hora oficial peninsular. La estación estival durará aproximadamente 93 días y 16 horas, y terminará el 23 de septiembre con el equinoccio de otoño.
A comienzos del verano no habrá ningún planeta visible tras la puesta de Sol, y sólo a partir de mediados de agosto se podrá observar a Saturno al anochecer sobre el horizonte este. Al término de la estación, Júpiter también hará su aparición por el este tras la puesta del Sol. Por el contrario, habrá cinco planetas visibles en el cielo antes de la salida del Sol: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. A medida que pasen los meses, los planetas se irán desplazando y al final de la estación sólo quedarán Venus, Júpiter y Marte brillando al amanecer.
Durante el verano de 2022 no se producirá ningún eclipse de Sol o de Luna.
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