Hay muchas personas entusiasmadas con la idea de una juventud perenne que se debería poder lograr, a juzgar por lo que dicen los adalides de esta ensoñación, mediante una mezcla conveniente de productos cosméticos, cirugías plásticas e implantes cibernéticos. Pero en realidad, ¿qué puede haber más bello que lo que madura y envejece para finalmente desaparecer, retornando a la plenitud de su origen? Es en la posibilidad de la reabsorción final donde reside la grandeza de lo que se va arrugando, como aquella flor magnífica del jardín.
Se acerca el otoño y bajo su luz dorada, que emerge tras los deslumbres del verano, todo se ve más nítido y más como es, sin ambigüedades. Como se ve uno a sí mismo en el otoño de su vida, cada vez más despojado de sus disfraces. Y por eso, más libre.
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Según el Observatorio Astronómico Nacional, el equinoccio de otoño tendrá lugar, en el hemisferio norte, el día 22 de septiembre a las 20 horas y 19 minutos de hora oficial peninsular. La estación durará aproximadamente 89 días y 21 horas, terminando el 21 de diciembre con el solsticio de invierno.
Marte y Saturno serán visibles tras la puesta de sol al inicio del otoño, y pocos días después, también Mercurio en los lugares con horizonte llano y sin contaminación lumínica. Marte y Mercurio desaparecerán hacia mediados de noviembre. Y al amanecer podremos observar durante la estación a Venus (hasta primeros de diciembre) y a Júpiter, a los que se unirá Mercurio a finales de noviembre.
No va a haber eclipses durante el otoño.