viernes, 20 de junio de 2025

El solsticio, una oportunidad

Los magos y alquimistas de la antigüedad reproducían en sus gabinetes el proceder de la naturaleza para producir creaciones con las que se sumaban a la gran obra de construcción de un universo inacabado. Convertidos por medio de ese gesto en colaboradores conscientes de la Cosmogonía universal -consciencia que diferenciaba su labor ritual de las simples acciones materiales-, la vivían “desde adentro” y se adentraban en sus misterios, el mayor de los cuales es la emanación del Ser Universal en el seno de la Posibilidad Absoluta. Entrevista la hoja de ruta que conducía al origen, su vida se consagraba al ascenso por la escala que recorre los estados del ser hasta la última puerta con el afán de traspasarla.

Toda esa labor era llevada a cabo con un método y conforme al orden universal, con el que se ritmaban. Y de la misma manera que ellos veían la entrada del Sol en Aries, signo de fuego -el inicio de la primavera en el hemisferio boreal-, como un momento propicio para dar comienzo a la obra de transmutación o para reemprenderla con furor, pensamos que la detención del ascenso del gran luminar que ocurre en el solsticio de verano -la entrada del Sol en Cáncer, signo de agua- es una circunstancia propicia para la recapitulación.

En la cinta del tiempo cíclico, el solsticio es un símbolo del tiempo que no transcurre, es decir un reflejo de la eternidad. Eternidad que vive en nosotros porque nuestra alma vivía en ella antes de ser “atrapada” en un cuerpo y caer en esta pesada existencia, y no se desligó de ella en el trance. Hay en nuestra alma muchos aspectos cambiantes y efímeros, presididos por la Luna: los instintos, las pasiones, los afectos, los sentimientos, etc., vivencias que se corresponden con el mundo de Yetsirah en el Árbol de la Vida cabalístico. Pero hay un cordón umbilical invisible que mantiene unida al alma con el espíritu y que hace que ésta pueda ser partícipe de los estados más diáfanos del Ser Universal. Tal aspecto superior del alma, de carácter solar, no es otro que el mundo de Beriyah de la Cábala y su facultad más elevada es el pensamiento inspirado, una “intuición intelectual” directa que nos lleva a afirmar que somos lo que somos aunque no podamos decir mucho más. Quizás ni nos demos cuenta del todo de la majestad que ello significa. Y he aquí la oportunidad que nos brinda el solsticio: “el tiempo se ha detenido en su constante ambular” como dice el poeta, y no hay otra cosa que hacer que absorbernos en la inmensidad del Ser universal y su matriz infinita, porque en la eternidad no hay más que eso. Y la eternidad es ahora.

La revelación del ángel. William Blake, ca. 1805

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El solsticio de verano (de invierno en el hemisferio sur) tendrá lugar el día 21 de junio a las 4 horas y 42 minutos de hora oficial peninsular, según cálculos del Observatorio Astronómico Nacional. La estación durará aproximadamente 93 días y 16 horas, y terminará el 22 de septiembre con el equinoccio de otoño.

Tras la puesta del Sol serán visibles Marte y Mercurio, este último sólo hasta finales de julio y allí donde el horizonte oeste sea llano. A partir de primeros de septiembre podremos ver también a Saturno, hacia el este.

Durante el crepúsculo matutino podremos contemplar a Venus y Saturno, el segundo cada vez más cerca del Sol. Júpiter será visible desde comienzos de julio, y Mercurio, entre primeros de agosto y principios de septiembre donde las condiciones sean propicias para su observación.

En el verano de 2025 tendrá lugar un eclipse de total de Luna, el 7 de septiembre, y un eclipse parcial de Sol, 21 de septiembre. El primero, que en España ocurrirá al anochecer (la Luna saldrá ese día ya eclipsada), será visible en Europa, Asia y Oceanía, mientras que el segundo afectará al Pacífico sur, Nueva Zelanda y la Antártida.