sábado, 22 de agosto de 2015

La Tumba de Hermes

En nuestro viaje por los símbolos del Cosmos nos detenemos ahora ante la Gran Pirámide de Gizeh, erigida bajo el reinado del faraón Keops unos 2.600 años antes de nuestra era. Es la mayor de las construidas en Egipto y fue considerada durante la Grecia helenística y el Imperio Romano como una “Maravilla del Mundo”. Mereció este apelativo sin duda por su monumentalidad y belleza; pero lo que en verdad la hace maravillosa es su diseño simbólico inteligente.

La pirámide tiene una base cuadrada de aproximadamente 230 m de lado que está orientada según los cuatro puntos cardinales. En la actualidad corona a unos 137 m de altura, pero habida cuenta de la inclinación de los planos que contienen las caras laterales (de 51º 50’ sobre la horizontal) y del hecho que estaba cubierta de un grueso revestimiento de piedra caliza hoy desaparecido por la erosión, se estima que el vértice de la pirámide debía estar originalmente a una cota de 147 m por encima de su base. En cuanto a la longitud de las aristas, ésta resulta ser de 219 m lo que supone que las caras laterales de la construcción son triángulos isósceles ligeramente achatados y no equiláteros como quizás se podría suponer.

Imagen de la Gran Pirámide de Gizeh (foto de Nina Aldin Thune)

La Gran Pirámide fue llamada en la antigüedad “la Tumba de Hermes” puesto que se afirmaba que “en dicha pirámide se encierra la Ciencia Sagrada transmitida por Hermes (identificado con el profeta Idris o Henoch) desde los tiempos antediluvianos, en clara alusión a la civilización Atlante, remontándose a través de ésta hasta la propia Tradición Primordial. Se afirma también que la referida pirámide guarda esa Ciencia no en forma de documentos o inscripciones jeroglíficas, sino ‘fijada’ en su propia estructura exterior e interior, pues en verdad se trata de un auténtico modelo simbólico del Cosmos, al cual refleja en todas sus proporciones y medidas.” (F.G.F. y colaboradores, Introducción a la Ciencia Sagrada. Revista SYMBOLOS, 25-26, p. 316, acápite “El Hermetismo Alejandrino”)

En la voz “Pirámide” del Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos de Federico González leemos:
“La pirámide es un símbolo sustituto de la montaña, en el sentido de altura y elevación espiritual que ello significa. 
Las pirámides son unánimes, ya sean escalonadas o no y se encuentran en las civilizaciones precolombinas y egipcias, de modo notorio, aunque también algunas otras pequeñas (celtas) o montes con templos escalonados, que pueden subirse, como en el sudeste asiático o China. Los zigurat mesopotámicos son de igual sentido, aunque un camino espiral circunda la montaña. 
Son todas ellas sendas hacia la sumidad intelectual y lo más alto.”
El arquetipo que reproduce la Gran Pirámide –como también las pirámides menores vecinas, igualmente de bases cuadradas y orientadas– está a la vista de cualquiera que contemple su estructura sustrayéndose a las discusiones acerca del número y peso de los bloques que componen el monumento y de si éstos fueron colocados con rampas, grúas de madera u otro tipo de artefactos por tal o cual número de esclavos, tan caras a los ‘egiptólogos’. Ante nosotros, simplemente, la imagen de un punto en lo alto del que emanan rayos oblicuos cuyas intersecciones sobre el plano terrestre determinan un espacio ordenado. Un símbolo bellísimamente desnudo de la Cosmogonía.

Como narra el Tao te King y los relatos cosmogónicos de todas las tradiciones de maneras análogas, “el Tao da nacimiento al uno” quedando afirmada una Unidad misteriosamente en el seno de la Nada supraesencial. El punto geométrico (y como tal, el vértice de la pirámide) es un símbolo de esa primera determinación, del mismo modo que la recta (en el modelo de la pirámide, cada una de sus aristas) lo es de la polarización primordial inherente a su propia esencia según todas las semillas y gérmenes del Universo revelan. La conjunción de la Unidad y la Dualidad primigenia conforma un Ternario generador (“el tres da nacimiento a todo”) cuya imagen simbólica por excelencia es la forma triangular (como la de las caras de la pirámide), siendo el cuadrado un símbolo de la Creación emanada de la Tríada principial que espeja a la Unidad en el plano de la Manifestación (4 = 4+3+2+1 = 10 = 1+0 = 1).

Podemos ver al cuadrángulo horizontal que constituye la base de la pirámide, pues, como un símbolo de la Existencia Universal y también de un grado de particular de esa existencia, por ejemplo aquél en el que discurre nuestra vida como seres humanos individuales. Este nuestro periplo por dicho ámbito es un oficio temporal cuyo desenlace es la reintegración en nuestro Origen, según muchos compañeros de viaje afiliados a la Cadena Áurea atestiguan y hasta puede que hayamos comenzado a experimentar íntimamente. Se atisba, pues, un viaje vertical de retorno por un espacio intermediario cuajado de estados manifestados e inmanifestados del Ser que cabe ver como análogo al espacio que encierra el volumen alzado de la pirámide. Devueltos a la Unidad principial, participaremos de un enorme fundido al negro del Cosmos en el seno del No-Ser, de unas tinieblas más luminosas que cualquier Luz, definitivamente liberados de cualquier concreción. Todo lo cual no es más que una manera de hablar de algo que es incognoscible y completamente inefable por naturaleza…

Sección sur-norte de la Gran Pirámide (esquema de Franck Mounier). Leyenda: 1.- Acceso original, en la cara norte, actualmente obstruido. 2.- Acceso actual, ordenado abrir por Al-Mamun en el siglo IX d.C. 3.- Bloques de granito que sellaban el acceso al pasaje superior. 4.- Pasaje que comunica con la Cámara subterránea. 5.- Cámara subterránea. 6.- Pasaje de acceso a la Gran galería. 7.- Cámara de la Reina. 8.- Pasaje que comunica con la Cámara de la Reina. 9.- Gran galería. 10.- Cámara del Rey y estructuras de descarga. 11.- Antecámara. 12.- Pasaje perforado que comunica con la Gran galería y la Cámara subterránea. 7 y 10.- Canales de ventilación de las Cámaras del Rey y de la Reina.

Acerca del viaje de ultratumba y la simbólica de la Gran Pirámide, es muy notable que se hayan encontrado tres cámaras fúnebres a diferentes niveles en el interior del monumento (ver esquema). La primera de ellas se halla por debajo de la cota del terreno, a mayor profundidad que el cuerpo de la pirámide propiamente dicho y por lo tanto fuera de él, en un nivel que cabe relacionar con el tránsito post-mortem por el inframundo y al que se llega por un pasadizo descendente que arranca de la entrada a la pirámide, ubicada en el lado norte. Antiguamente, éste era el único ámbito al que se podía acceder directamente desde el exterior de la pirámide puesto que el corredor ascendente que conduce a la denominada “Cámara de la Reina” estaba sellado por grandes bloques de granito. Desde la tumba inferior (presumiblemente, la única estancia en que se depositó alguna vez un cadáver) se puede alcanzar esa segunda cámara situada aproximadamente en su vertical, sobre el eje de la pirámide, a través de un pasadizo perforado, mientras que de la “Cámara de la Reina” se accede a la “Cámara del Rey”, ubicada a un nivel aún superior cerca del centro de la pirámide, a través de un pasillo horizontal y una “Gran galería” aboveda y oblicua. Nos llama mucho la atención la semejanza entre el tránsito por estas estancias fúnebres y el ascenso por las sefirot Malkuth, Yesod y Tifereth del pilar central del Árbol de la Vida, un recorrido que debe continuar hasta la cima (en el Árbol, Kether) y culminar más allá del Cosmos con el despojamiento de todo lo que pudiera ser algo.

Acabaremos esta nota volviendo sobre las dimensiones algo intrigantes de la Gran Pirámide. Varios autores atribuyen a Herodoto la observación de que “si se levanta un cuadrado sobre su altura [de la pirámide], su superficie corresponderá a la de cada una de las superficies triangulares [de las caras laterales]”. Expresando esta igualdad en términos matemáticos y sustituyendo en la ecuación resultante la medida del lado del cuadrado de base, se obtienen dimensiones totalmente concordantes con las expuestas al principio, un ángulo de inclinación de las caras laterales idéntico al observado y algo mucho más interesante: que la distancia entre el punto medio de un lado de la base cuadrada de la pirámide y el vértice de ésta (o sea, la longitud del apotema de una cara triangular) y la distancia horizontal entre ese mismo punto medio y el eje de la pirámide están en proporción áurea. Siendo ésta una relación geométrica que expresa que “el Todo es a la parte como ésta es al resto”, traspuesta a las dimensiones de la Gran Pirámide sugiere que alcanzar el centro del estado de ser en el que se desarrolla nuestra vida como hombres y mujeres, es decir adquirir la plenitud de nuestra condición humana, es análogo a retornar al Origen.

jueves, 6 de agosto de 2015

La rueda, una imagen simbólica del Cosmos

[ Fragmento del capítulo 2 del volumen El Simbolismo de la Rueda, de Federico González Frías. http://simbolismoyalquimia.com/imagen-simbolica-del-cosmos.htm ]


"De los numerosos símbolos que aparecen en una u otra tradición o civilización, alejadas en el espacio (geográfico) o en el tiempo (histórico) y que son idénticos, merece especial atención el símbolo de la rueda. No sólo porque éste se da en todas las culturas de las que tenemos noticia, sino también por las innumerables posibilidades que brinda, la diversidad de campos que abarca, y la acción concentradora que ejerce en el estudio y el ordenamiento indispensable en cualquier investigación seria.

Por otra parte, las relaciones de todo tipo a que se presta este símbolo parecen indefinidas, así como sus conexiones con otros pantáculos igualmente tradicionales. (1) En efecto, siendo el símbolo de la rueda la expresión del movimiento y la multiplicidad, también lo es de la inmovilidad original y de la síntesis. Es, asimismo, la expresión simbólica de la expansión y la concentración. De la energía centrífuga, que parte del centro a la periferia, y de la energía centrípeta, que retorna a su centro, eje o fuente. Para volver a extenderse una vez más, siguiendo una ley universal a la que obedecen las mareas de los mares (flujo y reflujo) y la tierra (condensación, dilatación). Así como la diástole y la sístole, la aspiración y la expiración del hombre o del universo, es decir, tanto de lo microcósmico como de lo macrocósmico. Es este símbolo también la manifestación de lo que siendo apenas virtual (el punto) genera un espacio o plano (que delimita la circunferencia). (2) Y está obviamente ligado, por lo tanto, con el espacio y el tiempo, y asociado o unido a cualquier idea de cosmogonía y creación.

En este mismo sentido, el movimiento superficial de la rueda, o externo, estaría vinculado con la manifestación, mientras la virtualidad, la inmovilidad del punto central o eje, se hallaría conectada con lo inmanifestado. (3) Las modalidades especiales del símbolo de la rueda surgen por la irradiación, o por la "actualización", de las "potencialidades" del punto central, que se hace "presente" en el tiempo, creando un campo espacial. Se ha visto que un punto genera un plano, es decir, un espacio. Ese punto central es un eje en la tridimensionalidad. Por lo tanto el símbolo de la rueda está estrechamente ligado con todo símbolo axial y vertical. Y asimismo con todas las proyecciones de la vertical, es decir, con la creación de planos o espacios horizontales, articulados a través de un eje al cual reflejan, siendo uno de ellos el perímetro limitado de nuestro mundo, ciclo, o cualquier campo definido en relación con las coordenadas espaciotemporales."




Notas

(1)  "La esfera es en la tridimensionalidad lo que el círculo es en el plano. Sabido es que el símbolo de la rueda se representa gráficamente como un punto y la circunferencia a que da lugar por la irradiación de sus posibilidades. Mientras el punto central (o eje de la rueda) permanece fijo e inmutable, la periferia se mueve y gira alrededor de él."

(2)  "Es curioso observar que el punto central y la circunferencia, 'que juntos conforman la figura del círculo', constituyen el emblema astrológico del sol, que es el padre de la vida, la que produce por irradiación de su energía hasta sus propios límites."

(3)  "En la nomenclatura alquímica, el punto y la circunferencia y a veces sólo un círculo (simbolizado por Uroboros, la serpiente que se muerde la cola), son imágenes de la vida y su origen, de la sucesión y la simultaneidad. Y también del oro entendido como rey de los metales o símbolo de la perfección mineral. Hay que recordar que la alquimia sostiene que la energía de los astros en los cielos, se cristaliza en la de los minerales, siendo ambas análogas entre sí. Esto es lo mismo que decir que existe una reciprocidad entre cielo y tierra y viceversa. Es innecesario agregar que estas relaciones están invertidas la una con respecto a la otra y que la perspectiva o visión varía según se tome un punto de vista o el opuesto. Lo mismo sucede con el punto central y la circunferencia a que da lugar. Siendo estos términos complementarios, están sin embargo jerarquizados. Lo más alto es el cielo, lo más bajo la tierra. 'El hombre acata las leyes de la tierra, la tierra acata las leyes del cielo' (Tao Te King 25). Es imprescindible un punto central o eje para que la circunferencia o la rueda existan, no así a la inversa. Hay una interrelación, pero también una preeminencia con respecto a la mitad superior (cielo) y a la mitad inferior (tierra) de una esfera."

lunes, 3 de agosto de 2015

Cosmografías (III)

Las cosmografías se expresan y transmiten con el lenguaje de las artes y ciencias herméticas, esto es, el de las artes de la palabra (gramática, dialéctica, retórica) y de las ciencias del número, los ciclos y la proporción (aritmética, música, geometría, astronomía). Ello es así porque los códigos simbólicos de estas ciencias, reveladas al ser humano por el dios instructor e iniciador que es invocado con los nombres de Thot-Hermes-Mercurio, están diseñados para promover la intelección directa, en este caso, de la Cosmogonía y su Principio inmanifestado.

Luca Pacioli (1495). Arista desconocido. Museo di Capodimonte, Nápoles.

Por medio de la contemplación de los modelos simbólicos del Cosmos nos sumergimos en la vivencia efectiva del orden vivo del que nuestro ser forma parte, de una Cosmogonía en curso que se encamina inexorablemente hacia su culminación, que no es sino la reabsorción del Cosmos en su origen. Sí, la Cosmogonía culmina paradójicamente con la abolición de la Manifestación y la desaparición de todo lo que ha venido al ser, al igual que la vida de una estrella es coronada con su extinción.
"¿Dónde desapareció el universo? ¿Quién se lo llevó? ¿En qué se diluyó? Hace un rato que se lo veía. ¿Dejó de existir? ¡Qué maravilla!" (Shankaracharya, La Joya Suprema del Discernimiento)