sábado, 25 de julio de 2015

Cosmografías (II)

Escribe A.J. Festugière glosando el Timeo de Platón:
"Nuestra alma intelectual está compuesta de las mismas sustancias que el Alma del Mundo. Su movimiento es pues del mismo tipo, los círculos de lo Mismo y de lo Otro deben girar en el alma humana con la misma regularidad que en el Alma Universal. Si esos círculos giran a contratiempo en los años de turbación que suceden al nacimiento es a causa del desorden inherente a la materia. Pero corresponde a una sabia educación, a la recta filosofía, corregir estos errores. ¿En qué consistirá esta corrección? En conocer exactamente los movimientos regulares de los astros, es decir, el pensamiento perfecto del Alma del Mundo, y luego reformar el pensamiento propio conforme a este conocimiento. Actuando así, el sabio no sólo obtiene una prueba de la Divinidad, sino que entra en comunión con la Divinidad misma (...) Ahí reside el valor de la contemplación de los astros." (La révélation d'Hermès Trismegiste, II, pp. 138-139)
Robert Fludd, Utriusque cosmi maioris scilicet et minoris metaphysica, physica atqve technica historia (1617)

De tal modo las cosmografías, en tanto que imágenes simbólicas de la Cosmogonía (de gignomai, "yo llego a ser", "soy engendrado"), conducen eficazmente a la vivencia del orden interno establecido de manera análoga en el Alma del Ser Universal y en el alma de cada ser individual. De una Cosmogonía Perenne, o sea de un Cosmos en permanente construcción, permanentemente inacabado; es decir, del Ser Universal en acto, el cual se hace cognoscible precisamente a través del despliegue de la Manifestación.
"Para muchas disciplinas iniciáticas el conocimiento de la ley cósmica y sus distintos niveles de realidad, es decir, la cosmogonía, es el paso previo al reconocimiento del ser en el mundo, la relación del ser individual con el Ser Universal, y su encarnación; por lo tanto, el Conocimiento del Ser en sí mismo, o sea la ontología como integración de todo lo que la Ley ordena y soporte de la metafísica (es decir, para aquello que está más allá de la ley cósmica)." (Federico González Frías, Simbolismo y Arte, p. 62)

sábado, 18 de julio de 2015

Cosmografías (I)

La voz "cosmografía" deriva del griego kosmos ("mundo", "universo", o más propiamente "orden", "estructura") y de grapho ("yo describo"). Alude, pues, a una descripción de la estructura del universo que necesariamente ha de ser simbólica, pues lo que se debe decir del Cosmos ante todo es que se trata de una manifestación significante de su origen inmanifestado. Una posibilidad concreta emanada de una potencialidad sin límites a la que revela.

Así, poco tienen que ver las cosmografías sagradas con las cosmologías profanas (de logos, "tratado"), enunciados y catálogos cuya razón de ser y virtualidad se agotan en la propia descripción. Como dice el poeta:
"La suma de las vueltas alrededor de un eje es igual a la numeración de las galaxias; ambas no nos dicen nada acerca del universo. Lo que está implícito en la horizontal, lo que en Él es inmanente o potencial, lo que advertimos en la interioridad de la conciencia, eso es lo que interesa. No el vagabundeo de existencias análogas, sino la esencia, la encarnación". (Federico González Frías, En el Útero del Cosmos, acto I)
Las cosmografías sagradas o tradicionales no describen al universo como un contenedor o envoltorio que recubre un interior en el que pasan cosas (por ejemplo, nuestras vidas) que no tienen nada que ver con esa piel estrellada que vemos, sino como "ciclos, ritmos, formas, números, vida, muerte y resurrección que son la vida misma transcurriendo". Es decir, como una estructura inseparable de la vida del Ser Universal, de su "siendo", y que revela a la matriz misteriosa en la que éste es engendrado. Un modelo arquetípico que está grabado en el corazón del macrocosmos y del microcosmos. Una "vibración primordial coagulada", la proyección en el espacio y el tiempo de la Cosmogonía.


Reloj astronómico de Praga (s. XV)