domingo, 1 de marzo de 2015

Auriga

La constelación del Auriga o Cochero es un arca de mitos. Las estrellas más brillantes del asterismo están dispuestas a la manera de un hexaedro irregular, uno de cuyos vértices (la estrella El Nath) coincide con el ápice del asta izquierda de Tauro.

El Auriga y Tauro compartiendo la estrella El Nath (beta Tauri).
Imagen del blog La bitácora de Galileo.

Auriga se encuentra superpuesta a la Vía Láctea. Capella (también llamada la Cabra) es la estrella de la constelación que se halla a mayor altura sobre la eclíptica, y la magnitud de su brillo amarillento sólo es superada por Sirio en las noches de invierno.

Eratóstenes nos explica que el auriga celeste es el catasterismo -esto es, la conversión en estrellas- de Erictonio, hijo mortal de Hefesto y Gea quien fue el primero en uncir un tronco de caballos, y también que éste rivalizó con el dios Helios en la conducción de una cuádriga. Así mismo fue el primero en organizar una procesión hasta la Acrópolis en honor de la diosa Atenea. El cosmógrafo de Cirene cita en su obra la narración de Eurípides acerca del nacimiento de dicho ser extraordinario:

“Enamorado Hefesto de la diosa Atenea, quiso unirse a ella, pero ésta lo rechazó porque prefería seguir siendo virgen y corrió a refugiarse en un lugar del Ática al que a partir de entonces dieron el nombre de Hefesteo. Mas como el dios insistiera en forzarla echándose sobre ella, tuvo que refrenar sus ardores al ser alcanzado por la lanza de la diosa, aunque su semen se derramó sobre la Tierra. De este semen dicen que nació un niño, al que llamaron Erictonio. Al hacerse mayor se enteró de todo y a partir de entonces resultó muy admirado gracias a sus cualidades guerreras.”

Otra tradición griega sostiene que el auriga es Mirtilo, cochero del rey Enómao de Pisa. Geoffrey Cornelius la expone en su Manual de los cielos y sus mitos:

“El rey Enómao, conocido por su amor a los caballos, no podía soportar la idea de casar a su hija Hipodamia. Así, ideó una competición de carros de caballos, en la cual él competiría con cada uno de los pretendientes de su hija, y si el pretendiente perdía la carrera también perdía la vida. Los caballos de Enómao, más veloces incluso que el viento del norte, habían pertenecido al dios Ares y eran invencibles, motivo por el cual Enómao batió a cada uno de los pretendientes de su hija.

Sin embargo, cuando le llegó el turno a Pélope, hijo de Hermes, los dioses decidieron intervenir: Poseidón, antiguo dios de los caballos y también rey de los mares, le regaló a Pélope un carro de oro tirado por yeguas aladas también de oro. Para asegurarse mejor su victoria, y con Hipodamia como cómplice, Pélope se conjuró con Mirtilo, el conductor del carro de Enómao, para sustituir los clavos de sujeción de los ejes del carro del rey por copias de cera; a cambio prometió que si el rey perdía la carrera, Mirtilo obtendría como recompensa la mitad del reino y la noche de bodas con Hipodamia. Cuando la carrera estaba en su punto más álgido, las ruedas del carro de Enómao se desprendieron, y el rey fue arrastrado hasta morir. Pero antes de morir maldijo a Mirtilo.

Mirtilo reclamó una parte de su recompensa pero Hipodamia se resistió. Pélope golpeó al lujurioso auriga, cogió las riendas y se encaminó de vuelta a casa. Durante el viaje de regreso, Pélope empujó a Mirtilo, causándole la muerte. Hermes, al descubrir el engaño, honró al cochero y le otorgó un lugar entre las estrellas.”

Arato escribe que “si te parece oportuno observar al Cochero y a las estrellas del Cochero, si hasta ti ha llegado el renombre de la Cabra o el de sus Cabritos, que a menudo contemplaron a los hombres esparcidos sobre el mar purpúreo, lo encontrarás, enorme todo él, apoyado en la parte derecha de los Gemelos, mientras que el vértice de su cabeza gira enfrente de Hélice; encima de su hombro izquierdo se mueve la sagrada Cabra que, según la leyenda, ofreció su ubre a Zeus. Los intérpretes de Zeus la llamaban Cabra Olenia. Es grande y brillante; pero sus Cabritos lucen levemente en la juntura de la mano.” Manilio añade que la Cabra es “famosa por haber alimentado al rey del cielo; gracias a sus ubres alcanzó Júpiter el gran Olimpo, adquiriendo fuerzas con aquella leche salvaje para lanzar el rayo y producir el trueno. Por eso Júpiter la colocó merecidamente entre los astros eternos, pagándole la conquista del cielo con la recompensa del mismo.”

La constelación del Auriga en el Manuscrito Aratea (s. IX).
Biblioteca de la Universidad de Leiden, Holanda.

Eratóstenes recoge así el mito de la Cabra signada por la brillante Capella:

“Cuenta al respecto Museo que Rea entregó a Zeus recién nacido en manos de Temis, y que ésta entregó a su vez al niño a Amaltea, que por su parte lo puso a amamantar de una cabra, que crió así a Zeus. La cabra era hija de Helio, y su aspecto era tan terrorífico que los dioses que se alinearon en el bando de Crono sintieron ante ella tal pánico que pidieron a la diosa Gea que la ocultara en una cueva de Creta. Una vez que la cabra quedó encerrada en la cueva, se encargó a Amaltea la crianza del niño, quien lo alimentaba con la leche de la cabra. Una vez hubo alcanzado el niño el vigor de la juventud, a punto de emprender su lucha contra los Titanes sin armas, ya que no las tenía, le fue vaticinado que empleara la piel de la cabra como arma, ya que era invulnerable y al mismo tiempo provocaba el pánico por llevar en mitad del lomo la cabeza de la Górgona. Pertrechado así, Zeus adquirió un doble poderío. Luego recubrió los huesos de la cabra con otra piel y le dio el aliento vital y la inmortalidad. Dicen que ésta fue elevada como constelación al cielo.”

En China, la agrupación de estrellas de los “Cinco carros” coincide con Auriga, siendo igualmente Capella su estrella principal.

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